Después
de un largo paréntesis de silencio por diversos motivos: viajes, publicaciones
de libros y demás circunstancias ajenas
a mi voluntad, aunque no ajena a mi oficio de escribir, vuelvo a actualizar
este blog y otros más, en la confianza de que los lectores disculpen esta
interrupción temporal e involuntaria de
las actualizaciones.
A todos los lectores les deseo ¡Feliz Navidad y un venturoso Año Nuevo!
por
Ana Alejandre
El pasado 10 de octubre se
celebró el Día Mundial de la Salud Mental, y el Vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (ASEPP), José Antonio López Rodríguez, hizo una serie de declaraciones
y ofreció datos escalofriantes sobre las enfermedades mentales y habló de la
más común de todas: la depresión, y de su incidencia en el mundo y,
especialmente, en España. En Europa, el 8 de octubre se celebró el Dia Europeo
de la Depresión bajo el lema 'Depresión: necesidad de un enfoque global', que
tiene como objetivo concienciar sobre la gran incidencia e importancia de esta
enfermedad, informar sobre sus graves consecuencias
e intentar mejorar su comprensión y tratamiento tanto médico como social, por
ser una enfermedad que cada vez aumenta más, debido al tipo de vida que se
lleva en la sociedad actual tan competitiva y estresante.
La depresión es una de las
formas más crueles de marginación para quien la sufre. Sólo en España, se
calcula que cuatro millones de españoles
viven esta terrible dolencia psicológica que se ha visto multiplicada en
nuestro país en un 40% en los últimos años, sobre todo a causa de la crisis
económica que ha disparado las cifras de los afectados, aunque sólo de esos cuatro
millones, sólo un 40% está diagnosticado
y recibe el tratamiento adecuado.
También se calcula que un 15% de la
población española sufrirá esta enfermedad a lo largo de su vida y en el último
año es un 6% de españoles quienes la sufrieron en España y volverán a recaer,
ya que las tres cuartas partes de los casos depresivos son reincidentes.
Esta dolencia psicológica ya la
primera causa de discapacidad laboral en nuestro país y, según los cálculos de
la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el año 2020 será la segunda
causa de discapacidad en el mundo, lo que indica las proporciones gigantescas
que ocasiona esta dolencia que es la más común de las enfermedades que afectan
a la mente humana.
Esta dolencia afecta más a las
mujeres y a las personas mayores, que son quienes viven con mayores cargas, las
primeras, y con mayores limitaciones físicas y emocionales, las segundas. Las
consecuencias de esta enfermedad no sólo son individuales, sino que afectan al
entorno familiar y laboral del paciente, por lo que los responsables de dicha
campaña solicitan que se dediquen más recursos a los servicios sanitarios para
poder hacer frente a la gran carga que supone la demanda en aumento por
pacientes con esta dolencia, dentro del Sistema Nacional de Salud (SNS).
El
Dr. López Rodríguez ha hecho hincapié en
que es necesario y prioritario
llevar a cabo "El reto de ofrecer un tratamiento crónico e integral, que
se aproxime a trabajar por la reinserción laboral y social del paciente.
Además, se debería hacer un esfuerzo por aumentar el conocimiento social sobre
este tipo de enfermedades (refiriéndose a todas las que afectan a la mente y no
sólo a la depresión) y para una mayor formación al respecto en la Medicina de
Familia".
Otro de los problemas subyacentes a estos pacientes depresivos, según el doctor Jerónimo Sáiz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, es el incumplimiento de los tratamientos prescritos, tanto psicoterapéuticos como farmacológicos, sobre todo en el núcleo de población más afectado por esta dolencia como es el formado por las personas mayores y las mujeres.
Otro de los problemas subyacentes a estos pacientes depresivos, según el doctor Jerónimo Sáiz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, es el incumplimiento de los tratamientos prescritos, tanto psicoterapéuticos como farmacológicos, sobre todo en el núcleo de población más afectado por esta dolencia como es el formado por las personas mayores y las mujeres.
Otro problema añadido es la banalización que se hace de esta
enfermedad, de la que se habla como si fuera un malestar pasajero y sin
importancia, sin llegar a aceptar el terrible sufrimiento que causa a quien la
padece y a su círculo familiar, lo que conlleva un gran deterioro en su calidad
de vida y le hunde aún más en la marginación personal y social.
"Muchas veces, algunos síntomas de la depresión como la fatiga, la falta de apetito o el insomnio son percibidos por el paciente como un problema físico y por ello no siempre es fácil detectar esta enfermedad desde la Atención Primaria", comentó el mencionado doctor. Por ello, la familia tiene una gran importancia, tanta como la de los médicos a la hora de intentar sanar dicha patología, por el importante papel que juega en la curación el apoyo afectivo para que el enfermo pueda tener la confianza necesaria para lograr su curación. Ese apoyo afectivo, comprensión y ayuda no se debe confundir con la compasión que es totalmente contraproducente, porque el enfermo depresivo necesita ser comprendido y aceptado como tal enfermo que es, y en esa actitud positiva encontrará las fuerzas para luchar contra la enfermedad y superarla.
"Muchas veces, algunos síntomas de la depresión como la fatiga, la falta de apetito o el insomnio son percibidos por el paciente como un problema físico y por ello no siempre es fácil detectar esta enfermedad desde la Atención Primaria", comentó el mencionado doctor. Por ello, la familia tiene una gran importancia, tanta como la de los médicos a la hora de intentar sanar dicha patología, por el importante papel que juega en la curación el apoyo afectivo para que el enfermo pueda tener la confianza necesaria para lograr su curación. Ese apoyo afectivo, comprensión y ayuda no se debe confundir con la compasión que es totalmente contraproducente, porque el enfermo depresivo necesita ser comprendido y aceptado como tal enfermo que es, y en esa actitud positiva encontrará las fuerzas para luchar contra la enfermedad y superarla.
Todos hemos conocido o tenido cerca,
más o menos, a un paciente depresivo, en el círculo de familiares o amigos, y sabemos el sufrimiento atroz que supone
sufrir una depresión que es una auténtica bajada a los infiernos. Quien supera
la depresión, con apoyo familiar, con el tratamiento adecuado y con fuerza de
voluntad y comprensión de que es una enfermedad más que en este caso afecta al
estado emocional de quien la padece, pero no es ninguna lacra de la que
avergonzarse.
El enfermo depresivo necesita comprender
con ayuda psicoterapéutica cuál ha sido la causa originaria de su enfermedad.
La depresión no viene porque sí, sino por una experiencia traumática, una vida
vivida en contra de lo que uno desea, necesita, siente o quiere; un estrés
mantenido durante mucho tiempo o una forma de vida equivocada en los hábitos,
en los excesos cometidos o en la negación a aceptar una realidad que le hace
daño. Cuando llega a bajar a lo más profundo de su psique para encontrar en el
fondo la causa, el detonante de su depresión, entonces tiene en sus manos las
armas suficientes para curarse definitivamente, sin más mentiras ni disculpas,
aceptando sus errores, sus traumas y superándolos con la ayuda profesional
adecuada; pero, sobre todo, sin olvidar que nadie mejor que el propio enfermo
es el que sabe o intuye que eso que se le ha roto por dentro debe volver a
unirlo, a sanarlo, con la comprensión del problema, con el abandono de una vida
infeliz, insatisfactoria, superando las experiencias traumáticas, aceptándolas
y tratando de cerrar sus heridas que aún permanecen abiertas por no aceptar que
existen, aunque están grabadas en lo más profundo de su alma.
La marginación del depresivo no es sólo de la propia sociedad, las relaciones sociales, aunque también la sufre. Es,
ante todo, la marginación de si mismo, de su propia vida que le pesa, lo
aplasta, le duele y le hace sentir deseos de gritar en un ronco y sordo alarido
en el que se encierra todo el dolor que no ha podido expresar antes, toda la
pena que le ahoga y que necesita echar fuera, aunque no sabe cómo hacerlo, para
poder intentar levantarse de nuevo y sonreirle a la vida, esa misma vida que
desde que está deprimido se ha convertido en una terrible pesadilla.
No, no hay que frivolizar sobre la
depresión, ese terrible mal del alma que sólo quien lo ha vivido puede llegar a
comprender su verdadera importancia, ni tampoco se le debe llamar depresión a
un simple disgusto, estado de cansancio, aburrimiento, frustración o rabia por
un fracaso, por un proyecto frustrado o por un desengaño. La depresión es algo
mucho más terrible, más profundo, más grave y más duradero en el tiempo. Es
una alteración bioquímica del cerebro que provoca sufrimiento, miedo, ansiedad,
angustia y desesperación que son los síntomas que anuncian, que sacan a la
superficie, una herida anímica, o muchas, no curada, en forma de síntomas como
el insomnio, la tristeza profunda, la irritabilidad, la incapacidad de
encontrar aliciente para hacer lo que hasta entonces formaba parte de la rutina
vital del deprimido, para sentir ilusión; o, por el contrario, el deseo
continuo de dormir como una huida de esta realidad que no soporta ya, porque le
hace tanto daño que no puede ni siquiera expresarlo.
Es depresivo es alguien a quien se
le ha roto el alma y necesita volver a unirla, a cicatrizarla, con el
tratamiento adecuado, tiempo, afecto, comprensión y una profunda y cálida mirada
de aliento de quienes lo rodean, pero con total y absoluta sinceridad consigo
mismo, sin mentirse, ni negar sus traumas, culpas, errores ni fracasos.
Es una labor larga, difícil y dura,
pero que siempre consigue la recuperación del depresivo que vuelve a salir a
flote después de su terrible bajada a los infiernos, pero para ello tiene
necesidad de hablar, de hablarse a sí mismo, a alguien de su más completa
confianza, esté o no en su círculo familiar o amistoso, de aquello que le duele y le grita desde lo
más profundo de su alma, porque ese dolor interno expresado es la mejor
medicina para un depresivo que sólo necesita comprenderse a sí mismo,
perdonarse, y ser comprendido y no juzgado por alguien con la capacidad de escuchar,
aceptar y comprender el dolor del deprimido.
A todo deprimido le recuerdo una
cita de Shakespeare, que ilustra magistralmente esa necesidad de comunicación
que el depresivo, sin embargo, rehuye: "Dad palabra al dolor, el dolor que
no habla gime en el corazón hasta que lo rompe". (William Shakespeare).
Con mi comprensión y afecto a todos
los deprimidos/as para quienes les deseo que su mal encuentren muy pronto cura,
cuando se encuentren a sí mismos, sin juzgarse, ni culpabilizarse, aceptando
todos los errores cometidos, los traumas sufridos y las decepciones recibidas.
Todos ellos son ya parte de su propia biografía y con ellos debe aprender a
convivir; pero sin perder la fe en sí mismo, en los demás, ni la esperanza en
el mañana.
Sinceramente.