Ana Alejandre
Una trágica forma
de auto marginación es el alcoholismo, además de constituir una enfermedad
crónica si no se pone freno a tiempo, adicción que está subiendo de forma alarmante
en nuestro país, pero lo más preocupante es que se advierte es que el consumo de alcohol aumenta de manera notable entre los
menores de edad y entre las mujeres, precisamente los dos sectores de población
que por sus propias características sufren mayores secuelas por el consumo del
alcohol y se hace más pronto dependientes de dicha sustancia.
En España, en 2009, el 94,2% de la
población entre 15 a 64 años afirmó que había consumido bebidas alcohólicas
alguna vez en su vida; el 78,7% lo había hecho el año anterior, el 63,3% bebió
el mes anterior, y el 11% confesó beber a diario. Todos estos datos lo refleja
la Encuesta Domiciliaria sobre Abuso de Drogas (EDADES),
dirigida a esa franja de edad poblacional. Estos datos fueron confirmados por la Encuesta
Estatal sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (ESTUDES), en 2008, dirigida
a estudiantes de 14 a 18 años. que arrojó unas cifras igual de alarmantes
ya que el 81,2% de estudiantes en esa franja de edad, admitió que había probado
el alcohol alguna vez; el 72,9% lo había consumido el año previo a la encuesta
y el 55,5% había bebido en el último mes
.
Ambas encuestan ponen de manifiesto, según sus resultados, que el alcohol es la sustancia psicoactiva más
consumida en España, dato de por sí preocupante por la alta incidencia que
tiene sobre la salud de los bebedores y las secuelas irreversibles que provoca,
además del problema social, familiar y laboral que supone.
Lo curioso que la tasa de bebedores en la población
general (15 a 64 años) que consumen alcohol de forma normal da cifras muy altas
pero estables, aunque se advirtió un ligero aumento en 2009; pero lo alarmante
es que ha aumentado de forma exponencial el abuso en el consumo de alcohol y
las consiguientes intoxicaciones etílicas en ambos sexos y para todos los
grupos de edad, aumento que ya se inició en 2007 en el grupo de mujeres jóvenes
(15 a 34 años). Es decir, no ha aumentado el número de personas que beben, pero
sí lo ha hecho de manera significativa el consumo de alcohol en cuanto a la
cantidad, especialmente en los más jóvenes con las consiguientes intoxicaciones
etílicas y consumo compulsivo en pocas horas o binge drinking (consumir seis bebidas o más en una sola ocasión
aunque sea una sola vez al mes),lo
que representa un serio problema para la salud, peligro que no representa un
consumo moderado en las comidas. Esto supone un grave riesgo sanitario y un
peligro para el desarrollo psicosocial
de los jóvenes, además de los problemas sociales que este fenómeno conlleva (turismo
de borrachera, accidentes, disturbios sociales, actitudes violentas y
peligrosas para el propio bebedor como para su entorno.
Esta
moda de consumo, parece provenir de los países nórdicos y centroeuropeos, en
los que la climatología y la cultura propiciaba el alto consumo de alcohol,
pero no era habitual en los países mediterráneos hace unos décadas, aunque en
la actualidad se ha convertido ya en una plaga siniestra.
Si
en 2008, 3 de cada 10 estudiantes de 14 a 18 años confesaron haberse emborrachado
en el mes previo a la encuesta, 4 de cada 10 estudiantes entre ese rango de edad
bebió alcohol en forma de atracón y 2 de cada 10 consumió alcohol más de 5 días
en el mismo período. Entre la población general (15 a 64 años), los hombres
hicieron más frecuentemente ese tipo de consumo y dentro de los grupos de menor edad (20-24 y
25-29)
.
El
problema mayor que existe para combatir esta plaga del consumo excesivo de
alcohol que va en aumento imparable, es que en España hay una conciencia social
muy tolerante al respecto entre todos los grupos de edad, pues sólo menos de la mitad de los encuestados
aceptaban que el consumo de 5 o 6 cañas/copas podían significar un evidente
riesgo para su salud, lo que negaba más
del 50% de los encuestados, en una ceguera evidente sobre la realidad de tan
trágico fenómeno. Todo ello significa una permisividad y un deseo de
"normalización del consumo", al negarle los peligros que representa la
ingesta de alcohol, riesgo que niegan la mayoría de adultos y jóvenes en una
ceguera fatal que está provocando una verdadera y permisiva campaña pro alcoholismo
de terribles consecuencias, tanto personales como familiares y sociales.
Hay
otro dato igualmente preocupante al respecto y es la ascendente tendencia del
consumo de alcohol entre las mujeres que ha alcanzado al de los hombres, pues estos
consumen más y de forma más intensa cuando beben, pero las diferencias entre
ambos géneros se ha igualado, manteniéndose estable entre los varones y
disparándose las cifras de bebedoras. Esta afirmación la corroboran los datos que
existen de los años 2009 y 2008, pues en el primero un 25% de mujeres de 15 a
34 años admitió haber sufrido alguna borrachera en el último año, mientras que
en 2008 la proporción de mujeres entre 14 y 18 años, que admitieron haberse
emborrachado alguna vez en su vida, o durante el año anterior a cuando se
realizó la encuesta, fue superior a la de los hombres, lo que confirma la
tendencia ascendente de bebedoras que comenzó en 2007.
Es
preocupante esta cifra ascendente de mujeres bebedoras, puesto que sufren
mayores y peores consecuencias por los efectos que provienen del consumo
etílico, ya que sufren una mayor índice de alcoholemia que los varones a igual
cantidad de alcohol consumido, lo que se evidencia en un mayor daño hepático,
posible relación causal entre el consumo etílico y las neoplasias de mama,
además de provocar trastornos en la fertilidad. Este último dato es aún más preocupante, porque
representan, las mujeres en esa franja de edad, al grupo poblacional con
potencial reproductivo.
Además,
aunque muchas mujeres reducen el consumo de alcohol durante el embarazo, un
25%-50% en la Unión Europea reconoce que siguen consumiendo alcohol durante la
gestación. Por ello, los estudios realizados en recién nacidos parecen indicar
que podría existir un mayor porcentaje de bebedoras en mujeres embarazadas del
que se conoce oficialmente por las declaraciones de las mujeres gestantes.
Es
terrible la cifra facilitada por la Organización Mundial de la Salud, en la
primavera de 2014, sobre el consumo
etílico en España por habitante y año, que arroja la preocupante cifra de 11
litros al respecto, lo que duplica la tasa mundial. El dudoso honor de ocupar
el primer puesto en la ingesta de alcohol nos corresponde, puesto al que siguen los países europeos con 10,9
litros por habitante y año, frente al resto del mundo que ofrece 6,2 litros habitante/año.
Las bebidas favoritas españolas son la cerveza con un 50%, las bebidas de alta
graduación el 28%, y el vino el 20%. En otros países son las bebidas
espirituosas las preferidas con un 50%, frente a la cerveza con un 34,8% y el vino con el 8%.
Pero
si los datos de consumo en España son altísimos, el índice de abstemios (que no
han bebido en el último año) están muy por debajo de las cifras de otros
países, puesto que en España es un
modesto 31, 7%, frente al 60% de otros países.
Este
abuso, no uso, es un problema social pues afecta a los bebedores, a sus
familias, a la sociedad en general, porque las enfermedades derivadas del abuso
del alcohol son crónicas e irreversibles
y, con el tiempo, mortales. Representan una carga de altísimo coste para todos:
primero de vidas humanas, de enfermedades
crónicas e irreversibles, y de sufrimiento personal y familiar, además del
aislamiento que todo alcohólico llega a experimentar después de unos años de
beber sin medida.
En
todo el mundo, 3.300.000 personas mueren año por enfermedades causadas directamente
por la ingesta de alcohol, tanto por cirrosis hepática, accidentes de tráfico, como
por otras 200 enfermedades directamente relacionadas con la alcoholemia, como
son un gran número de tumores y de enfermedades infecciosas como la
tuberculosis y la neumonía
.
El
alcohol se ha utilizado a lo largo de los siglos por todas las civilizaciones, desde
hace unos 10.000 años, cuando se produjeron los primeros asentamientos
agrícolas, primero como forma de guardar el grano que sobraba y que, al
fermentar, mataba las bacterias que estropeaban los alimentos, -gracias a la
aparición de las levaduras con las que también se empezó a producir pan-, y conseguía
aumentar los nutrientes, entre ellos la vitamina B. La fermentación, además,
ayudó a conservar los líquidos porque el etanol era bueno para matar las
bacterias como las que producen el cólera y otras muchas enfermedades que se
transmiten por aguas infectadas, principalmente.
Ese
método proporcionaba bebidas alcohólicas como la cerveza y aguardientes
diversos. El producto alcohólico resultante, se utilizaba como un medio de
aumentar la interacción social, la comunicación entre los grupos cuanto éstos
se hacían más numerosos al aumentar los asentamientos. El alcohol así tuvo una
función social y de conservación de la salud, teniendo en cuenta las condiciones
precarias que tenían dichos asentamientos, pero sólo sigue siendo bueno en pequeñas
cantidades, porque los abusos del mismo pueden ser letales.
Es
paradójico que quien bebe lo hace, al principio, como una forma de
socialización y de comunicación con su grupo social, y termina siendo, con el
paso de unos pocos años, en un desecho social al que todos rechazan -si no ha pedido
antes ayuda profesional para acabar con esta terrible adicción-, y se ve
aislado, marginado -incluso de su
propia familia como demuestran las estadísticas al respecto-, y perdiendo la
salud, las relaciones familiares, laborales y su propio futuro que se convierte
en un terrible presente de marginación, soledad y sufrimiento.
El
alcohol consigue, poco a poco, anular su voluntad, haciendo de su vida un
infierno al que cae lentamente pero de forma imparable, aunque comenzó con un
vaso de alcohol para sentirse más comunicativo, alegre, integrado y poder ver
así la vida de color de rosa, mientras el alcohol -ése al que decía controlar-
empezaba a llevar las riendas de su vida hasta el precipicio al que siempre
arrastra quien no sabe beber con moderación -si bebe-, porque quiere seguir
siendo el dueño de su vida, de su integridad física y mental, única forma de
poder estar bien y vivir una vida plena cargada de sentido que el alcohol niega
a todo aquel que cae en sus invisibles garras depredadoras.